MEDICINA HIPOCRÁTICA (GRECIA S. IV A.C)
El exponente clásico fue
Hipócrates (460-356, a.C.), y entre sus aportaciones puede mencionarse que le
dio carácter de razón a la medicina. Ejerció este arte en Tesalia, fundó el
Centro Médico en Cos y fue autor del Corpus Hipocraticum, que consta de 72
libros reunidos en Alejandría e integrados en seis tomos. La parte dedicada a
la cirugía trata de las articulaciones, fracturas, heridas de cabeza, heridas
en general, hemorroides, así como también, fístulas.
Sólo admitía la cirugía en
caso de extrema necesidad. Hipócrates planteó el carácter científico de la
medicina al señalar que: “Ninguna enfermedad es mística, sino que todas tienen
causas naturales”, con lo cual refutó la idea acerca de que la epilepsia era
una enfermedad sagrada, demostrando que se trataba de una enfermedad basada en
lesiones anatómicas luego de disecar el cerebro de una cabra. Introdujo el
espíritu metodológico en la observación del enfermo y estableció el principio
primum non nocere (“lo primero es no dañar”), concepto vigente hasta nuestros
días. Es especialmente famoso su juramento, que plantea la actitud ética que
debe observar el médico.
ALEJANDRÍA
Protagoniza la excepción en el
siglo III antes de Cristo cuando Galeno,
por su paso por Alejandría, se forma en la práctica quirúrgica que abandonará
al marchar a Roma como médico de la Aristocracia llegando a decir allí que la
cirugía “sólo era una forma de tratamiento” lo que subordina al cirujano al
médico.Debido a la falta de conocimientos no es posible llevar a cabo la
cirugía como tal, pero se dan los primeros pasos. Se convierte en el centro
universal de la cultura. Entre los representantes de esta época puede citarse a
Herófilo, quien realiza estudios en próstata, duodeno, hioides y ojo;
Erasístrato, quien se encarga de estudiar la anatomía del sistema nervioso
central; Cornelio Celso, conocido por sus libros, en los cuales relata
operaciones oculares, tratamiento de verrugas, hidroceles, várices y tallas
vesicales, entre otras.
EDAD
MEDIA
Cronológicamente, se inició
con la caída del Imperio Romano a manos de los bárbaros en el año 476, después
de Cristo. Prevalecía el cristianismo y todos los fenómenos se atribuían a Dios
o a Satán; las causas orgánicas no importaban, lo que significó un retroceso en
relación con los dogmas hipocráticos.
El alquimista y el astrólogo
eran las personas más consultadas. La iglesia prohibía la disección de
cadáveres, lo que terminó en 1480. La cirugía se consideraba una práctica
bárbara, condenada por la iglesia. Los barberos afeitaban y cortaban el pelo,
abrían los abscesos superficiales, realizaban sangrías y aplicaban ventosas,
cauterizaban y curaban las heridas de arma blanca, así como las fracturas y
luxaciones.
Surgieron escuelas de medicina
en Salerno, Montpellier, Nuremberg, Padua y París. Los dos representantes de la
escuela de Salerno fueron Roger y Rolando, en el siglo XIII, quienes
transcribieron textos de Hipócrates. Estos personajes utilizaban la esponja
soporífera, empapada con una mezcla de opio, beleño, jugo de moras y de
lechuga, de mandrágora y de hiedra con fines anestésicos. Apoyaron la llamada
supuración loable, a partir de una mala interpretación de los textos de Hipócrates;
pensaban que lo mejor era agregar a las heridas toda una serie de pomadas que
provocaran la salida de pus, sin lo cual la cicatrización no se llevaba a cabo.
En el siglo XIII hubo dos
cirujanos notables: Guillermo Salicetti (1201-1277), quien intenta luchar
contra el método del hierro candente y prefería utilizar el cuchillo, y
Lanfranc, en cuya obra Chirurgia magna (1296) planteó la intubación de esófago
y la sutura de los nervios cortados, recomendó la sutura intestinal y aportó
indicaciones detalladas para trepanación craneal en caso de fractura.
En el siglo XIV, las escuelas
francesas fueron las de mayor renombre, en especial en París. En esa época se
distinguieron dos personajes: Henry de Mondeville (1260-1320), a quien se le
atribuye el inicio de los métodos ahora utilizados en la curación de las
heridas, ya que recomendaba no sondar las heridas ni cubrirlas con pomadas o
ungüentos, ni hacer curaciones raras con bálsamos, sino embeberlas únicamente
con un buen vino fuerte tan caliente como pudiera soportar el paciente. Fue
clérigo, al igual que Chauliac y Lanfranc, y médico de Felipe IV, El Hermoso, y
Luis X, El Testarudo, reyes de Francia. El segundo exponente fue Guy de
Chauliac (1300-1370), profesor de medicina de la Universidad de Montpellier;
expresaba que todo artesano está obligado a saber o conocer la materia que
trabaja, de otra forma yerra su labor, con lo cual daba a entender que era
necesario, como cirujano, conocer a la perfección la anatomía.
Chauliac fue de los primeros
que consiguió disecar cadáveres y poseía un sentido moral mucho más elevado que
sus compañeros; consideraba que: “el cirujano debe ser cuidadoso con los
enfermos, benévolo, compasivo y no extorsionador del dinero”. A pesar de esto,
su obra contiene errores muy grandes; recomendaba la castración con el fin de
curar la hernia; fue partidario de la metodología árabe, y así empleaba la
cauterización y usaba en exceso las pomadas, los bálsamos y los apósitos. Otros
hombres ilustres fueron: John de Ardene (1306-?), quien escribió un tratado
sobre fístulas del ano; Juan Yperman (1295-1351), cirujano holandés, ampliamente
reconocido en todo Flandes, y Mondino Deluzzi, nacido en Bolonia, quien
escribió su Anatomía en 1316 pero que se imprimió hasta 1478; en este trabajo
describe sus propias observaciones en las necropsias que realizó, aunque no
corrigió algunos de los errores descritos por Claudio Galeno (Pérgamo, 131 a
201, d.C., Roma).
Fig.
2-1 La lección de anatomía del Dr.
Nicolaes Tulp
Berengario de Capri efectuó
disecciones en cadáveres y publicó un grueso volumen de mil hojas que incluye
esbozos de ilustraciones de anatomía humana. En Francia, centro mundial de la
ciencia, el médico llevaba vestiduras largas y bonete cuadrado, y el barbero
cirujano usaba ropa corta. Los cirujanos intentaban reaccionar; en 1268
consiguieron la fundación de la cofradía de San Cosme, cuyos miembros se
consideraban la élite de la profesión; eliminaron las labores de barbero e
intentaron llevar la ropa larga. Pretendieron controlar a los barberos, y más
tarde un decreto de Felipe, El Hermoso (1311), les otorgó la autoridad para
examinar a cualquiera que quisiera practicar la cirugía. Estos cirujanos fueron
atacados por la Facultad de Medicina, querella que duraría dos siglos más.
Curiosos personajes eran los cirujanos ambulantes, quienes ofrecían sus
servicios en feudos y castillos, bien retribuidos en sus éxitos y sancionados
en sus fracasos, al punto de que algunos pagaron con su vida. Tenían especialidades,
como los Branca (padre e hijo) en nariz y los Norsini en hernias.
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